30 de enero, 2018
Vivir Mejor | SALUD
Bacterias amigas
Aunque tienen pésima fama, lo cierto es que gracias a ellas se realizan procesos sin los cuales el ser humano no sobreviviría, como la metabolización de la lactosa, que se inicia al recibir la leche materna.
por CARMEN ISABEL MARACARA
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imagen: WWW.SHUTTERSTOCK.COM |
DOMINGO 10 DE AGOSTO DE 2014

Parecen pequeños monstruos que se esconden en miles de lugares. Son la pesadilla de la comunidad médica, la industria alimentaria y laboratorios de investigación, y alientan costosos presupuestos en el combate de las que se consideran dañinas. Pero no son una comunidad acechante, pues forman parte esencial de la vida, de hecho, son los organismos más abundantes sobre la tierra.
Y el cuerpo humano no es la excepción: "... se ha llegado a la conclusión de que somos un ecosistema, un superorganismo, donde las células bacterianas -los microorganismos más estudiados- sobrepasan 10 veces nuestras células humanas. Sí, alrededor de 100 billones de bacterias nos colonizan (¿o nosotros las colonizamos?), ¡eso sin contar virus y hongos!
A donde vamos, ellas van; de lo que comemos ellas se alimentan", afirma Ana Maldonado Contreras, Ph.D. en Microbiología, egresada del IVIC, con un máster en microbiología y quien actualmente trabaja en la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts (correo: ana.maldonado@umassmed.edu).
La investigadora venezolana es una apasionada estudiosa de estos microorganismos y no evade su defensa: "Para sorpresa de muchos, la gran mayoría de bacterias son nuestras amigas, forman parte de lo que somos. Es por ello que nos interesa investigarlas, saber qué hacen, cómo se comportan, cuál es el beneficio/perjuicio de su coexistencia con nuestras células humanas".
Herencia materna
Explica Maldonado Contreras que la primera comunidad de bacterias proviene de la madre, del momento del parto. Así fueron los hallazgos de un grupo de investigadores venezolanos, liderado por la doctora María G. Domínguez-Bello, en colaboración con científicos estadounidenses, quienes encontraron que el microbioma de los niños recién nacidos es similar al de la vagina o la piel de la mamá, según como haya sido el parto: natural o cesárea.
"Hasta ahora se han establecido fuertes correlaciones entre bebés nacidos por cesárea (expuestos principalmente a microbios de piel en lugar de microbios vaginales) e incidencias de asmas, alergias y obesidad", indica. Toda vez que esta flora o microbiota de características benéficas puede ser alterada por infecciones o antibióticos, es menester evitar infecciones urinarias o vaginales, controlarlas adecuadamente, así como no abusar de los medicamentos para su control.
Ya que es una bacteria la que permite digerir la lactosa de la leche en el caso de los recién nacidos y luego se incorporan otras para procesar carbohidratos y proteínas, ¿cómo debe cuidarse el proceso de alimentación de los más pequeños a fin de que se favorezcan colonias de bacterias sanas?
"La presencia de carbohidratos complejos (llamados oligosacáridos) en la leche materna siempre fue un misterio para los científicos, debido a que los niños carecen de las enzimas necesarias para digerir dichos oligosacáridos. Ahora sabemos que una especie bacteriana llamada Bifidobacterium infantis es capaz de nutrirse de estos oligosacáridos y, en consecuencia, prolifera y se convierte en el principal microbio en el intestino de los bebés. Cuando todas las condiciones están dadas, Bifidobacterium mantiene la salud de los bebés desplazando a otros microbios no tan amigables y además promueve la integridad del epitelio intestinal -conjunto de células en el intestino que crean una barrera que nos protege de infecciones y regula la inflamación".
"Otros microbios que se benefician de la leche materna pertenecen a la familia de Lactobacillus. Durante el embarazo, la microbiota de la vagina y del canal de parto cambia, estos cambios favorecen el crecimiento de Lactobacillus, los cuales son capaces de digerir lactosa, el principal ingrediente de la leche. Cuando el bebé nace a través del canal de parto, su boca está llena de Lactobacillus y después de la primera nalgada, cuando el bebé está listo para comer con su boca, inocula el pezón de la madre con sus propios ¡Lactobacillus vaginales! De esta manera, el bebé ingiere la leche del pecho que a su vez posee estas bacterias que le ayudarán a digerir la leche (otro rol más para las madres: además de ser incubadoras por nueve meses, ¡son platos de cultivo por otros meses/años más!)"
"¿Qué podemos hacer para mantener estas bacterias contentas? Sencillo: ¡darles de comer! La leche materna es la fuente esencial de carbohidratos para el mantenimiento de una buena 'comunidad' bacteriana en los recién nacidos. No solo la leche materna es un prebiótico -alimento para los microbios- sino, contrario a lo que se pensaba, no está totalmente libre de gérmenes y, además de Lactobacillus, contiene microbios beneficiosos provenientes del colon de la madre (viajan a través de los conductos mamarios) que son ingeridos por el recién nacido. Adicionalmente, los oligosacáridos en la leche materna por sí solos también pueden limitar el acceso de patógenos al epitelio intestinal evitando infecciones".
¿Y cómo actúa entonces la leche de fórmula?
"Desafortunadamente ella no contiene ni los componentes prebióticos ni las cualidades probióticas de la materna, por lo que se cree que los bebés alimentados únicamente con fórmula no han sido colonizados con las bacterias óptimas asociadas con salud. En conclusión: alimentar con leche materna asegura que los recién nacidos estén expuestos a la comunidad beneficiosa de bacterias que promueve salud y bienestar en los bebés".
Alimente su microbiota
Aunque no existen estudios concluyentes que permitan hacer una correlación directa entre ciertos trastornos alimentarios, bacterias y dieta, pues cada organismo es único, y "la composición de la microbiota depende de muchos factores -modo de nacimiento (cesárea versus parto), dieta, exposición a antibióticos y factores genéticos, entre otros-", precisa la experta, lo que sí se sabe es que "dietas con altos contenidos de grasas y azúcares (conocida como la western diet), frecuente en los países industrializados, ha tenido un gran impacto en los residentes normales de nuestros intestinos, favoreciendo el florecimiento de comunidades bacterianas que se sospecha están implicadas en las crecientes epidemias de enfermedades crónicas como obesidad, colon irritable, diabetes, asma y alergias; que afectan casi exclusivamente a países desarrollados".
"Por el contrario, hemos estudiados la microbiota de comunidades rurales del Estado Amazonas y hemos encontrado la más alta diversidad de microbios reportada hasta el momento. La doctora Domínguez-Bello (actualmente trabajando en New York University) también reportó diferencias en las comunidades bacterianas de personas que viven en zonas rurales (en Puerto Ayacucho) versus personas que viven en Estados Unidos. En general, las primeras tienen una dieta basada en el consumo de yuca, maíz y otros carbohidratos derivados de plantas y en ellas se encontró una gran dominancia de una especie específica de bacteria: Prevotella, que está totalmente ausente en personas estadounidenses. Igualmente en niños africanos se ha observado altas concentraciones de Prevotella y Xylanibacter, bacterias capaces de degradar la celulosa y xilano -los polisacáridos más abundante de las plantas- de las dietas ricas en vegetales y frutas".
La buena noticia para los asmáticos, pacientes de diabetes o enfermedades cardiovasculares, es que en estas comunidades hay una bajísima tasa de estas dolencias, por lo que podría deducirse que "un estilo de vida menos industrializado, con más alimentos naturales y dietas ricas en plantas, puede contribuir a nuestro bienestar, manteniendo contentas a las bacterias compañeras, que nos ayudan a mantener a margen a los patógenos y estimulan formas de combatir enfermedades".
Y el cuerpo humano no es la excepción: "... se ha llegado a la conclusión de que somos un ecosistema, un superorganismo, donde las células bacterianas -los microorganismos más estudiados- sobrepasan 10 veces nuestras células humanas. Sí, alrededor de 100 billones de bacterias nos colonizan (¿o nosotros las colonizamos?), ¡eso sin contar virus y hongos!
A donde vamos, ellas van; de lo que comemos ellas se alimentan", afirma Ana Maldonado Contreras, Ph.D. en Microbiología, egresada del IVIC, con un máster en microbiología y quien actualmente trabaja en la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts (correo: ana.maldonado@umassmed.edu).
La investigadora venezolana es una apasionada estudiosa de estos microorganismos y no evade su defensa: "Para sorpresa de muchos, la gran mayoría de bacterias son nuestras amigas, forman parte de lo que somos. Es por ello que nos interesa investigarlas, saber qué hacen, cómo se comportan, cuál es el beneficio/perjuicio de su coexistencia con nuestras células humanas".
Herencia materna
Explica Maldonado Contreras que la primera comunidad de bacterias proviene de la madre, del momento del parto. Así fueron los hallazgos de un grupo de investigadores venezolanos, liderado por la doctora María G. Domínguez-Bello, en colaboración con científicos estadounidenses, quienes encontraron que el microbioma de los niños recién nacidos es similar al de la vagina o la piel de la mamá, según como haya sido el parto: natural o cesárea.
"Hasta ahora se han establecido fuertes correlaciones entre bebés nacidos por cesárea (expuestos principalmente a microbios de piel en lugar de microbios vaginales) e incidencias de asmas, alergias y obesidad", indica. Toda vez que esta flora o microbiota de características benéficas puede ser alterada por infecciones o antibióticos, es menester evitar infecciones urinarias o vaginales, controlarlas adecuadamente, así como no abusar de los medicamentos para su control.
Ya que es una bacteria la que permite digerir la lactosa de la leche en el caso de los recién nacidos y luego se incorporan otras para procesar carbohidratos y proteínas, ¿cómo debe cuidarse el proceso de alimentación de los más pequeños a fin de que se favorezcan colonias de bacterias sanas?
"La presencia de carbohidratos complejos (llamados oligosacáridos) en la leche materna siempre fue un misterio para los científicos, debido a que los niños carecen de las enzimas necesarias para digerir dichos oligosacáridos. Ahora sabemos que una especie bacteriana llamada Bifidobacterium infantis es capaz de nutrirse de estos oligosacáridos y, en consecuencia, prolifera y se convierte en el principal microbio en el intestino de los bebés. Cuando todas las condiciones están dadas, Bifidobacterium mantiene la salud de los bebés desplazando a otros microbios no tan amigables y además promueve la integridad del epitelio intestinal -conjunto de células en el intestino que crean una barrera que nos protege de infecciones y regula la inflamación".
"Otros microbios que se benefician de la leche materna pertenecen a la familia de Lactobacillus. Durante el embarazo, la microbiota de la vagina y del canal de parto cambia, estos cambios favorecen el crecimiento de Lactobacillus, los cuales son capaces de digerir lactosa, el principal ingrediente de la leche. Cuando el bebé nace a través del canal de parto, su boca está llena de Lactobacillus y después de la primera nalgada, cuando el bebé está listo para comer con su boca, inocula el pezón de la madre con sus propios ¡Lactobacillus vaginales! De esta manera, el bebé ingiere la leche del pecho que a su vez posee estas bacterias que le ayudarán a digerir la leche (otro rol más para las madres: además de ser incubadoras por nueve meses, ¡son platos de cultivo por otros meses/años más!)"
"¿Qué podemos hacer para mantener estas bacterias contentas? Sencillo: ¡darles de comer! La leche materna es la fuente esencial de carbohidratos para el mantenimiento de una buena 'comunidad' bacteriana en los recién nacidos. No solo la leche materna es un prebiótico -alimento para los microbios- sino, contrario a lo que se pensaba, no está totalmente libre de gérmenes y, además de Lactobacillus, contiene microbios beneficiosos provenientes del colon de la madre (viajan a través de los conductos mamarios) que son ingeridos por el recién nacido. Adicionalmente, los oligosacáridos en la leche materna por sí solos también pueden limitar el acceso de patógenos al epitelio intestinal evitando infecciones".
¿Y cómo actúa entonces la leche de fórmula?
"Desafortunadamente ella no contiene ni los componentes prebióticos ni las cualidades probióticas de la materna, por lo que se cree que los bebés alimentados únicamente con fórmula no han sido colonizados con las bacterias óptimas asociadas con salud. En conclusión: alimentar con leche materna asegura que los recién nacidos estén expuestos a la comunidad beneficiosa de bacterias que promueve salud y bienestar en los bebés".
Alimente su microbiota
Aunque no existen estudios concluyentes que permitan hacer una correlación directa entre ciertos trastornos alimentarios, bacterias y dieta, pues cada organismo es único, y "la composición de la microbiota depende de muchos factores -modo de nacimiento (cesárea versus parto), dieta, exposición a antibióticos y factores genéticos, entre otros-", precisa la experta, lo que sí se sabe es que "dietas con altos contenidos de grasas y azúcares (conocida como la western diet), frecuente en los países industrializados, ha tenido un gran impacto en los residentes normales de nuestros intestinos, favoreciendo el florecimiento de comunidades bacterianas que se sospecha están implicadas en las crecientes epidemias de enfermedades crónicas como obesidad, colon irritable, diabetes, asma y alergias; que afectan casi exclusivamente a países desarrollados".
"Por el contrario, hemos estudiados la microbiota de comunidades rurales del Estado Amazonas y hemos encontrado la más alta diversidad de microbios reportada hasta el momento. La doctora Domínguez-Bello (actualmente trabajando en New York University) también reportó diferencias en las comunidades bacterianas de personas que viven en zonas rurales (en Puerto Ayacucho) versus personas que viven en Estados Unidos. En general, las primeras tienen una dieta basada en el consumo de yuca, maíz y otros carbohidratos derivados de plantas y en ellas se encontró una gran dominancia de una especie específica de bacteria: Prevotella, que está totalmente ausente en personas estadounidenses. Igualmente en niños africanos se ha observado altas concentraciones de Prevotella y Xylanibacter, bacterias capaces de degradar la celulosa y xilano -los polisacáridos más abundante de las plantas- de las dietas ricas en vegetales y frutas".
La buena noticia para los asmáticos, pacientes de diabetes o enfermedades cardiovasculares, es que en estas comunidades hay una bajísima tasa de estas dolencias, por lo que podría deducirse que "un estilo de vida menos industrializado, con más alimentos naturales y dietas ricas en plantas, puede contribuir a nuestro bienestar, manteniendo contentas a las bacterias compañeras, que nos ayudan a mantener a margen a los patógenos y estimulan formas de combatir enfermedades".
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